CRÒNICA DE UN CASAMIENTO EN COLONIA HINOJO, PARTIDO DE OLAVARRÌA. Publicada en el diario El Pueblo de Azul, en 1898.
Autor: Cr. Adolfo Hipólito Santa María.
¿No han asistido ustedes a alguna boda rusa, en las colonias de Hinojo?
Los que han tenido ocasión de presenciar tal
espectáculo, habrán perdido seguramente un momento agradable, y me parece que
muchos son los que totalmente desconocen cómo se llevan a cabo estas
ceremonias, por demás originales.
Por cierto que no voy a
mencionar que estas tienen un carácter
distinto a las nuestras, sino lo original del acto con sus particularidades no
conocidas en nuestra sociedad y el alcance, hasta cierto punto distinto, del
matrimonio para la mujer rusa.
Voy a tener el placer
de contarles algo, poniéndolos, de esta suerte, al corriente de lo que yo mismo
he presenciado en un viaje exprofeso que hice a una de las colonias cercanas
a Hinojo.
No he tenido que salvar
(Dios sea loado) las inmensidades del Océano, para darme cuenta de visu
de lo que voy a narrarles.
Sin tocar para nada la
parte religiosa que da origen a doctrinas contradictorias, pues tan buena es
la de ellos para ellos como lo es la mía para mí, voy a exponerles algunas
excentricidades que tienen lugar en las bodas.
La sorpresa más grande
y que provoca no pocas reflexiones que pasaré por alto, es la que nos
proporciona la novia durante el acto de la bendición del matrimonio, en el cual
ésta aparece triste y apesadumbrada, en cambio de la felicidad que de su nuevo
estado podría lógicamente esperar, y como si tales tristezas la ocasionarán,
verdaderamente, el temor de llevar consigo la cruz del matrimonio.
Los convidados, que lo
son todos los habitantes de la Colonia, están siempre dispuestos a presenciar
estas ceremonias nupciales y por cierto no es necesario insistir en la
invitación para obtener su presencia.
Sigamos adelante. Una
vez reunidos en la casa del padre de la novia, forman una columna bastante
numerosa, teniendo siempre como vanguardia a distancia de treinta varas, a
una docena de ellos, por lo general todos jóvenes, que armados de su fusil
hacen descargas con un fuego rápido y desordenado.
¡Y que fuego
encarnizado! Pero una vez a pocos pasos de enfrentar la puerta principal de la
iglesia, se suspende el ensordecedor
fogueo, reemplazándolo el mayor silencio, y al pasar el novio y la novia
quítansen respetuosamente el sombrero y tras ellos entran también en el templo.
Rápidos instantes pasan
y la ceremonia nupcial termina, sin más incidentes que la unión de los
desposados y un raudal de lágrimas que vierte al parecer afligidamente la
novia, sin que nadie le dé importancia al hecho.
¡Rarezas del genio!
Pasados algunos
instantes, vuelve la columna a ponerse en marcha hacia la casa de los casados,
y vuelven a repetirse las múltiples descargas de fusilería que la vanguardia
dispara alegremente.
Una vez en casa de los
flamantes esposos, se empieza a desarrollar el plan confeccionado, y los
festejos y la alegría invaden los corazones de unos y otros, mientras van
tomando asiento los convidados alrededor de una gran mesa, y entonces hácense (sic)) los debidos honores a los diferentes manjares dispuestos especialmente al
paladar favorito de los convidados.
Pero lo más original es
que en medio del festín, métanse desórdenes que todos los reciben con muestras
de satisfacción y que son originados por una encarnizada lucha que mantienen
el novio con varios de los jóvenes invitados, que sigilosamente se han escabullido por debajo de la mesa para
arrancar a la novia, primero los botines y luego las ligas.
Los pies del novio
defienden enérgicamente las prendas que pretenden arrebatarle a su esposa, y
de ahí resultan los raptores con más o menos grandes rasguños en manos y
brazos, a causa de las coces del novio.
Pero el novio no puede
luchar contra tantos y resulta vencido. Luego, para olvidar las penurias
porque han pasado, los raptores, ofrecen en venta dichas prendas, y entonces el
novio se ve obligado a abonarles una suma de dinero. Después se corren
carreras, las que no dejan de revestir cierto interés.
¡Y como no! Se coloca de
parte a parte de la calle, un grueso cable que
viene a quedar amarrado fuertemente por sus puntas a un fuerte palo colocado
intencionalmente. En medio de dicho cable, se suspende un ganso con la cabeza
hacia abajo, fuertemente asegurado al cable por las patas.
Como se comprende, la
pobre ave está sujeta a concluir su existencia en medio de un suplicio bárbaro.
Una vez todo dispuesto,
se corren las carreras y cada uno que pasa por debajo del ave, debe tratar de
arrancarle el pescuezo al pasar, limpiamente.
Así que, tantas manos
son tantos violentos ataques que sostiene el ganso, hasta que alguien queda con
el pescuezo deseado, y el ave sucumbe horriblemente, mientras la concurrencia
prodiga entusiastas aplausos al vencedor.
Es inútil agregar que
éste es quien se come el ganso mártir.
Esta es la descripción
fiel de las bodas rusas y sus originales fiestas, agregando solamente un baile que dura consecutivamente dos días y
dos noches.
Estuve en el homenaje a los 100 años no recuento di del primr casamiento o de la Colonia, si recuerdo iban carretones con personas vestidas a la usanza antigua. Y creo que esa noche se realizó una boda a según la tradición y hubo una gra fiesta.. hace r5 años de esto.
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